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¿Estamos perdiendo nuestros valores como sociedad? Una mirada urgente

Vivimos en tiempos donde lo inmediato ha reemplazado a lo importante, donde los valores que alguna vez sostuvieron la estructura de nuestras comunidades hoy parecen tambalear bajo el peso de la indiferencia.

Últimamente he visto cómo se normaliza la falta de respeto, cómo se aplaude la deshonestidad si viene con éxito, cómo el egoísmo se disfraza de amor propio y la lealtad parece un valor en extinción.

¿Dónde quedaron la empatía, la humildad, el compromiso, la gratitud, la responsabilidad? ¿En qué momento dejamos de mirar al otro como un hermano, para empezar a competir con él como si la vida fuera una carrera? ¿Qué estamos sembrando con nuestros actos diarios?

Como médica, empresaria y líder social, pero sobre todo como madre y abuela, observo con profunda preocupación cómo las nuevas generaciones están creciendo en medio de una confusión enorme de referentes. Donde los modelos a seguir no siempre están construidos sobre el mérito, sino sobre la visibilidad. Donde se confunde libertad con libertinaje. Y donde se pierde la noción de comunidad porque solo se mira hacia el yo.

Y entonces me pregunto, ¿Qué les estamos enseñando a nuestros hijos con nuestras decisiones, con nuestros silencios, con nuestras omisiones?

Porque esta crisis de valores no es culpa de una red social, ni de los tiempos modernos. Es resultado de algo mucho más profundo: el olvido de lo que nos une como humanidad.

En algún momento, empezamos a vivir con prisa y dejamos de mirar a los ojos. Dejamos de escuchar, de dialogar, de ponernos en los zapatos del otro. Elegimos lo fácil, lo rápido, lo que no nos compromete, lo que no incomoda. Pero la comodidad no construye carácter. Y la indiferencia no genera cambios.

Necesitamos con urgencia volver a hablar de valores en casa, en la escuela, en las empresas, en los medios. Volver a enseñar que el respeto no es opcional, que la palabra vale más que un contrato, que la compasión no es debilidad, que ayudar no te quita, te engrandece.

¿Queremos una mejor sociedad? Entonces tenemos que empezar por nosotros mismos. Por revisar nuestros actos, por cuestionar nuestras intenciones, por decidir cada día ser coherentes, aunque sea más difícil.

Porque sí, es más fácil mirar hacia otro lado. Es más cómodo seguir haciendo lo de siempre. Pero el mundo que estamos construyendo no se transforma con quejas, se transforma con acción.

Yo sigo creyendo que no todo está perdido. Que aún hay personas comprometidas, generosas, éticas. Que todavía hay jóvenes con ganas de hacer las cosas bien. Que aún existen líderes que no se venden ni se rinden. Pero no basta con creer: hay que demostrarlo.

Este llamado no es para los políticos, ni para las instituciones. Es para ti y para mí. Para todos los que habitamos esta sociedad. Porque recuperar los valores no es un tema del gobierno, es un tema del alma.

Y cuando elegimos actuar con amor, con firmeza, con integridad, aunque nadie lo vea, estamos haciendo una diferencia.

Volver a los valores no es retroceder. Es avanzar con sentido. Es elegir conscientemente el tipo de humanidad que queremos dejar como legado. Hoy más que nunca, necesitamos recordar que somos más que logros, que títulos, que cifras. Somos personas. Y como personas, somos responsables de cómo habitamos este mundo.

¿Estamos perdiendo nuestros valores como sociedad? Quizás. Pero todavía estamos a tiempo de recuperarlos.

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