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La maternidad en tiempos de TikTok: ¿Quién nos enseña a educar hoy?

Ser madre nunca ha sido tarea fácil, pero hoy, serlo en medio del torbellino digital que vivimos, se ha convertido en uno de los desafíos más grandes y silenciosos de nuestro tiempo. Vivimos en una sociedad donde las pantallas acompañan a nuestros hijos más que sus propios padres, donde los valores se diluyen en un scroll infinito y donde la autoridad moral parece competir con la viralidad.

Como madre, como abuela, como médica y como mujer que ha vivido muchas etapas en carne propia, me lo pregunto constantemente: ¿quién está educando hoy? ¿Las redes sociales, los influencers, los algoritmos o nosotros?

La maternidad en esta era exige mucho más que cuidados básicos. Exige presencia. Exige conciencia. Exige criterio para enseñar a nuestros hijos a discernir entre lo que les entretiene y lo que realmente les forma. No se trata de demonizar la tecnología, sino de no permitir que sustituya nuestro rol. De no abandonar la guía por la comodidad. De no suponer que porque “todos lo hacen”, está bien hacerlo.

Hoy, muchas mujeres enfrentan la maternidad en soledad emocional. Presionadas por estándares irreales, por el miedo a fallar, por la culpa constante que se alimenta en silencio. Y mientras tanto, el contenido que nuestros hijos consumen les habla de todo, menos de lo que realmente importa: respeto, empatía, esfuerzo, límites, amor propio, fe, lealtad.

¿Dónde está la brújula que oriente en medio de tanto ruido? En nosotras. En nuestra capacidad de observar, de intervenir, de cuestionar. En nuestra voluntad de estar, de incomodar si es necesario, de decir “no” cuando haga falta y “aquí estoy” cuando todo lo demás falle.

Porque la educación empieza en casa, pero sobre todo empieza en el ejemplo. No podemos pedirles a nuestros hijos que vivan con propósito si nosotros vivimos desconectados. No podemos exigirles empatía si todo lo que ven es juicio. No podemos esperar que respeten su cuerpo si los hemos dejado a merced de contenidos que lo reducen a un objeto.

La maternidad necesita apoyo, necesita comunidad, necesita que dejemos de romantizar el agotamiento y empecemos a hablar de lo que realmente pesa, para poder compartir la carga.

No hay madre perfecta, pero sí muchas madres conscientes, que desde su trinchera hacen todo lo posible por educar desde el amor. Madres que se equivocan, pero aprenden. Que caen, pero se levantan. Que no saben todas las respuestas, pero no dejan de hacerse las preguntas correctas.

Este texto es para ti, mamá que lees esto sintiéndote cansada, confundida, desbordada. No estás sola. No lo estás haciendo mal solo porque no todo sea perfecto. A veces, lo estás haciendo muy bien, aunque nadie te lo diga.

Nuestros hijos no necesitan que seamos infalibles, necesitan que seamos reales. Que seamos guías, faros, compañía. Necesitan que estemos, aún cuando todo parezca en su contra. Necesitan menos filtros y más abrazos. Menos pantallas y más palabras.

Educar hoy es un acto de valentía. Es nadar contra la corriente. Es elegir cada día el camino más difícil, pero más amoroso. Y si bien no tenemos el control absoluto sobre lo que les rodea, sí tenemos la responsabilidad —y el privilegio— de ser su raíz. Esa raíz fuerte que los sostiene, aunque afuera sople el viento.

Porque al final, lo que permanece no es la tendencia del día, ni el influencer del momento. Lo que permanece es lo que sembraste con amor, con firmeza y con presencia.

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